sábado, 14 de julio de 2012

El bar de la película ‘Grupo 7’


No es una iglesia, ni un pub. Tampoco un bar cofrade propiamente dicho, ni una taberna de barrio. El Garlochí es un bar sin igual, principalmente por su decoración. Nada más entrar parece una típica casa sevillana, pero entonces nos recibe un altar en el que, dependiendo de la época del año y de la festividad religiosa, se rinde culto al Corpus Christi, a las imágenes de Semana Santa o a la Virgen del Rocío. Al cruzar la puerta, todo se multiplica: es Semana Santa. Terciopelos rojos, mantones de Manila, esculturas de la Inmaculada, de cristos y santos, cortinas del siglo XVIII, candelabros, cariátides de caoba en la barra… Un derroche barroco en forma de bar en la calle Boteros (número 26).
Miguel Farragoso montó este bar en 1978, y desde entonces empezó a cargar de más y más elementos su decoración. “La gente se queda impresionada y les gusta. Si cobrara por cada foto que se hace aquí, sería millonario. Pero no hay nada de sacrílego: si las imágenes han estado bendecidas o en una iglesia, no están en el bar. Tenemos mucho respeto”, explica el dueño.
Su clientela es diversa, desde matrimonios a jóvenes, pasando por todo tipo de turistas. Y todos vienen por el reclamo de sus bebidas: el Agua de Sevilla, un cóctel que se sirve por jarras o medias jarras y su bebida estrella, la Sangre de Cristo. La Sangre de Cristo es una mezcla de champán rosado, granadina y whisky con mucho hielo y que tiene un intenso color rojo. El dueño cuenta que lo bautizó así ni más ni menos que Madonna, que visitó el local en 1992. “Consulté al Tribunal Eclesiástico y me dijeron que no era blasfemo”, ratifica Farragoso.
Para muchos sevillanos es aún un lugar desconocido, pero el bar se presentó al mundo en la película‘Grupo 7’, donde era el lugar de reunión de los protagonistas. Muchos piensan al ver el filme que es un decorado, pero no solo existe, es que el verdadero grupo policial que inspiró la película estuvo en el bar antes de la Expo del 92. Un bar con historia y banda sonora de cornetas y tambores, pero con las puertas abiertas para todo aquel que quiera tomarse una copa entre terciopelos y retratos de personajes como la duquesa de Alba.

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